Hablar bien de un curso en el que has estado en el equipo organizativo y hablar bien del profesor que lo ha dado, es tierra quemada. Todos los cursos a los que he asistido (salvo un par de horrorosas excepciones) han sido fantásticos.
Así que me centraré en lo que ha hecho este curso el más especial en el que he participado.
Por un lado, mis compañeros de dojo. No tengo más que palabras de agradecimiento (y cervezas, por supuesto). Se me encomendó la tarea de organizar y supervisar el montaje de instalación del tatami y todo lo que implicaba.
Ver cómo con un par de indicaciones mis compañeros se organizaron y comenzaron el montaje del tatami, el kamiza, los equipos audiovisuales, los refrigerios para el descanso, la recepción de participantes… todo como un reloj suizo. Todos en armonía, trabajando en conjunto y estando donde más hacían falta… era una delicia verles trabajar, colaborar, bromear…
Acabamos mucho antes de lo previsto, con lo que dio tiempo a ver y organizar los detalles.
El protocolo en el dojo, perfecto. No hay más que decir.
En cuanto a Ethan Monnot Weisgard Sensei. No voy a hablar de su gran calidad humana, porque necesitaría muchos folios para explicarme. Pero sí voy a hablar de cómo enseñaba en el tatami.
Es la primera vez, y he asistido a muchos cursos con muchos maestros, en que he visto que un maestro de Aikido ha dado contenidos de alto nivel y todos, TODOS, han sido capaces de seguir las enseñanzas propuestas sin tener que dividir por contenidos en función del grado. Eso habla de su didáctica y de su pasión por enseñar. Pasión por el Aikido. Pasión por su Sensei, Morihiro Saito, del que hablaba con auténtica devoción y amor.
Fue muy gratificante, tanto como eterno alumno que me considero, como profesor de Aikido que soy, el ver cómo un Sensei se “vacía” en el tatami, contesta a todas las preguntas y dudas sin dejarse nada dentro, sin restricciones. Viviendo la clase en toda su intensidad. Estos detalles son los que marcan la diferencia cuando un maestro vive el Aikido y no vive del Aikido.
Fue un privilegio y un honor hacer de uke suyo durante todo el curso. Pero no tiene ningún mérito por mi parte cuando te lo ponen tan fácil como lo hacía él. Sabía cómo dirigirme para que yo hiciera lo que tenía que hacer, sin que fueran necesarias más explicaciones que las que estaba dando al resto de la clase.
Aprendí mucho como alumno. Como profesor. Como persona.
Un detalle que le hizo aún más grande. Al final de la sesión del sábado por la tarde hubo un coloquio. Me esperaba una charla magistral con una ronda de preguntas posteriores. Pero cuando se puso delante de nosotros y simplemente nos dijo “¿Qué queréis preguntar? ¿qué queréis saber?” Nos dejó a todos descolocados, y a mí el primero.
Respondió a todas las preguntas que le hicimos, ninguna pregunta era simple o fuera de lugar para él. Respondía tal y como dio el curso, con sinceridad y “vaciándose”. Increíble.
Un curso completo en toda su extensión.
Espero volver a tener la oportunidad de volver a verle por España. Aunque dejó el curso cerrado, impartiendo los contenidos que se le pidieron, me quedé con ganas de aprender más de él, porque os aseguro que tiene mucho que enseñar.
Reseñar que Ethan Sensei alabó el trabajo y la trayectoria de Juan Carlos Sensei y su esfuerzo por seguir la línea de trabajo y el espíritu de su Maestro Saito Sensei.
Gracias a todos, compañeros, por haber hecho esto posible y gracias, Juan Carlos, por ser nuestro Maestro y llevarnos por el mejor camino aunque haya varios caminos correctos.
Domo arigato gozaimashita.
Miguel Ángel Minchero (Minchi).
Maestro Nacional. Instructor del Club Takemusu Aikido Tradicional Cantabria
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